Una gota de lluvia cayó de una nube de primavera y, viendo la gran extensión del mar, sintió vergüenza. “¿Dónde está el mar y dónde estoy yo?, reflexionó. “Comparada con él, en verdad, yo no existo”. Mientras así se juzgaba con desdén, una ostra la tomo en su regazo y el Destino le dio forma en su trayectoria de manera que una gota de lluvia se convirtió, finalmente, en una famosa perla real.
Fue exaltada porque fue humilde. Llamando a la puerta de la extinción, se volvió existente.
Saadi de Shiraz
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